Hay poderosas razones para no perder la esperanza. Eso dicen, la esperanza es lo último que se pierde. Tal vez hay que tener en cuenta que es nuestra pérdida lo que propicia que la esperanza se extravíe.
Cuando tienes 12 años aún te sientes demasiado indefenso. Te hacen mayor en las aulas de instituto y aparecen demasiados personajes alejados a la figura familiar del maestro. Es un debate controvertido que ahora no viene al caso. Lo cierto es que te hacen mayor con multitud de materias, diferentes exámenes, variedad de aulas y todo se acumula cuando además convives o más bien sobrevives con adolescentes desbocados o alumnos que miran con cierto desdén a aquel que bien podría ser considerado aún un niño.
Pasan los años como si fueran cursos. Aún recuerdo sus tapas de los ordenadores recién levantadas y los primeros ejercicios de geografía. Aquel curso tan peculiar, de los que tan pocos quedan, apenas pasados cuatro años. Os hacen mayores y el nivel de exigencia, aparte de multitud de circunstancias colocan a cada uno en su sitio. No sé si es justo. Creo que no. Los años discurren y el listado de nombres se amontona. Y ya te cuesta relacionar los apellidos, los primos o los hermanos, e incluso confundes las situaciones. El procesador se va volviendo lento o puede que sea, simplemente que no da más de sí. Y ahora ya tienen 16 años. Han cambiado. Tú no tanto. Están enfilados a terminar su primera carrera. Siguen siendo niños, o tal vez así los consideres. Ahora manejan la Historia, con cierta soltura, y ves que ellos sí recuerdan, que sonríen cuando en vano rememoras aquella anécdota, o simplemente repites aquel chiste que por malo queda para siempre en sus recuerdos. O eso crees. O eso anhelas.
Es una promoción especial a la que has seguido. Le has sido fiel por no ser la más brillante, por no ser la más aplicada, por no ser la más inquieta, por no ser la más cercana, por no ser, ni tan siquiera, la habitualmente vilipendiada de ciencias sociales. Es simplemente aquella que empezó en un año concreto y continuó para crecer y crecer contigo.
Ahora les quedan días. Tantos como a ti. Ya no podrás decir que vas a continuar con ellos. Sabes que en su graduación seguirán cada uno el camino de su propio óptico ( consiguiendo que el peor chiste sea definitivamente superado ) y tú seguirás un camino a ciegas sin la senda que ellos han marcado.
Quizá por ello acabas como el vidrio esmerilado.
Quizá por ello acabas como el vidrio esmerilado.
Es muy bonito ☺
ResponderEliminarMe alegro, seas quien seas
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